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LA IZQUIERDA PERUANA COMO “LA CELESTINA” POLÍTICA

Writer: Perú USA Southern CAPerú USA Southern CA

ENTRE LA INTERMEDIACIÓN Y LA AUSENCIA DE PODER (1980–2026) 


Por: Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara

Sociologo, MBA Marketing. 


Como investigador de los vaivenes políticos que han marcado al Perú en las últimas décadas, he observado con atención el papel que ha desempeñado la izquierda en el escenario nacional. Este ensayo surge de una reflexión prolongada sobre su trayectoria, sus logros, pero también sobre sus limitaciones estructurales. A través de la metáfora de La Celestina —la figura literaria que intermedia sin protagonizar— propongo una lectura 

 

crítica de la izquierda peruana: una fuerza históricamente influyente en el plano ideológico y movilizador, pero sin capacidad sostenida para disputar el poder ni construir hegemonía. 

Desde la experiencia de Izquierda Unida en los años 80 —quizá el intento más significativo de unidad de la izquierda en el Perú moderno— hasta las más recientes coaliciones de cara a las elecciones generales de 2026, la historia parece repetirse. Proyectos que entusiasman en el plano discursivo, pero que no logran consolidarse como alternativas viables de gobierno. La izquierda ha sido capaz de articular demandas, legitimar agendas, canalizar descontentos. Pero no ha logrado convertir esa energía en una estrategia eficaz de poder, muchas veces por razones internas: fragmentación, caudillismo, disputas ideológicas no resueltas y desconexión con sectores clave de la sociedad, como las clases medias urbanas y el empresariado. 

Este ensayo analiza, entre otros casos, el proceso de recomposición que vive actualmente el Partido de los Trabajadores y Emprendedores (PTE), heredero de la tradición de Patria Roja, y la formación de un frente progresista impulsado por Nuevo Perú y otros actores de izquierda. También aborda el legado de Izquierda Unida, la lógica de la fragmentación persistente y la tensión entre identidad política y estrategia electoral. 

La izquierda peruana no solo debe revisar su pasado y corregir sus errores; debe, sobre todo, imaginar un futuro donde deje de ser "La Celestina" de los procesos electorales —la que prepara el escenario para que otros gobiernen— y se convierta en protagonista de un nuevo ciclo político, más justo, plural y democrático. 

CRÍTICA SIN PODER  

La izquierda peruana ha sido una fuerza clave en la crítica al modelo neoliberal y en la lucha por los derechos sociales. No obstante, su persistente incapacidad para-articular un proyecto político duradero y competitivo la ha relegado al rol de intermediaria: activa en el discurso, ausente en la toma de decisiones. Como La Celestina de Fernando de Rojas, la izquierda ha contribuido a acercar actores, legitimar candidaturas ajenas y encender debates nacionales, pero rara vez ha consumado su propia aspiración al poder. 

Hegemonía frustrada y democracia de baja intensidad  

Según Laclau (2005), la hegemonía se construye al articular demandas sociales diversas bajo un significante común. La izquierda peruana ha fracasado en esa articulación, atrapada entre el testimonialismo ideológico y la fragmentación organizativa. Por su parte, Boaventura de Sousa Santos (2005) sostiene que las democracias de baja intensidad son sistemas donde las formas democráticas persisten, pero el contenido participativo y transformador está ausente. En ese contexto, la izquierda ha funcionado más como legitimadora del orden que como su cuestionadora radical. 

La fractura de Izquierda Unida. 

Una unidad efímera Izquierda Unida (IU), fundada en 1980, fue el intento más exitoso de articulación de la izquierda peruana. Alcanzó logros notables como la alcaldía de Lima en 1983 con Alfonso Barrantes Lingán y el segundo lugar en las elecciones presidenciales de 1985. Sin embargo, su colapso se debió a factores como: 

  • Profundas diferencias ideológicas (marxismo-leninismo, trotskismo, socialismo democrático). 

  • Rivalidades personales entre líderes como Barrantes, Diez Canseco, Hugo Blanco y Alberto Moreno. 

  • La decisión de Barrantes de no participar en la segunda vuelta presidencial de 1985, que fue interpretada como una renuncia al protagonismo. 

  • La falta de mecanismos de resolución de conflictos. 

  • La irrupción de la guerra interna (Sendero Luminoso) que estigmatizó a la izquierda. 

Esta experiencia dejó una herencia de desconfianza, fragmentación y debilidad estructural que persiste hasta hoy. 

Nuevo Perú y las alianzas hacia 2026  

Con miras a las elecciones generales del 2026, el partido Nuevo Perú, liderado por Verónika Mendoza, ha obtenido su inscripción ante el JNE. Sin embargo, más que apostar por una candidatura propia, busca articular un frente progresista junto a organizaciones como Ahora Nación, Primero La Gente y el PTE. Aunque comparten un diagnóstico crítico del neoliberalismo, existen diferencias en sus trayectorias, visiones ideológicas y formas organizativas. 

Sin un liderazgo colectivo, programa común y base territorial sólida, estas alianzas corren el riesgo de repetir el ciclo de proyectos efímeros. Como en anteriores elecciones, podrían servir de plataforma para que otros lleguen al poder, sin que la izquierda lo capitalice políticamente. 

El PTE y la disputa por Patria Roja 

El Partido de los Trabajadores y Emprendedores (PTE) encarna la disputa entre dos visiones: 

  • Alberto Moreno, figura histórica de Patria Roja, sostiene una línea clásica, vinculada a sindicatos y al marxismo-leninismo. 

  • Rolando Breña, con una apuesta más pragmática y electoral, busca acercarse a sectores emprendedores, jóvenes y clases medias. 

Este conflicto no es anecdótico: refleja una tensión estructural entre la necesidad de renovación política y la resistencia de las viejas estructuras partidarias. 

LAS OTRAS IZQUIERDAS 

Múltiples, pero desconectadas El panorama actual de la izquierda peruana es diverso pero desarticulado: 

  • Nuevo Perú: con fuerte presencia urbana y juvenil. 

  • Perú Libre: debilitado por conflictos internos entre Cerrón y Castillo. 

  • Frente Amplio: desgastado tras su ruptura con Mendoza. 

  • Movimientos sociales y regionales: con agendas potentes, pero sin estructura nacional. 

Todos comparten demandas por redistribución, justicia social, feminismo, ecología y derechos territoriales. Sin embargo, carecen de una estrategia de unidad, articulación territorial y vínculos con las clases medias y el sector empresarial. 

¿CELESTINAS OTRA VEZ?  

La izquierda peruana se encuentra nuevamente ante una encrucijada. Las elecciones de 2026 podrían ser una oportunidad para disputar el poder desde una plataforma de transformación democrática. Pero si no se resuelven las fracturas internas ni se construye un programa común con inserción real, la izquierda volverá a cumplir el rol de Celestina: intermediar sin gobernar, movilizar sin conducir. Conclusion 

La izquierda peruana ha sido, sin duda, una fuerza vital en la producción de discurso crítico, la defensa de derechos y la visibilización de causas sociales postergadas. Sin embargo, su impacto político ha sido limitado por una constante: su incapacidad para consolidar un proyecto de poder duradero y eficaz. Su papel, más cercano al de La Celestina — intermediaria astuta pero ajena al desenlace del poder—, simboliza una izquierda que articula demandas, moviliza energías, pero no lidera los procesos de transformación. 

Esta presencia testimonial, si bien necesaria en una democracia plural, ha sido insuficiente ante la magnitud de los desafíos estructurales del país. El fracaso en la construcción de hegemonía —en el sentido laclauiano— no solo es el resultado de factores externos, como la represión o el estigma anticomunista, sino también de errores internos: tensiones ideológicas no resueltas, caudillismos crónicos, falta de renovación política, y desconexión con sectores estratégicos como las clases medias urbanas y los actores económicos emergentes. 

Salir de este círculo vicioso exige mucho más que nuevas alianzas coyunturales: demanda una transformación cultural y estratégica. La izquierda debe reimaginarse no solo como fuerza moral o de resistencia, sino como proyecto de país, con vocación de gobierno, capacidad técnica, legitimidad social y una narrativa que trascienda las trincheras ideológicas. La unidad en la diversidad no es una consigna: es una tarea urgente de los celestinos y celestinas. 

Articulando lo social con lo político, lo local con lo nacional, y la memoria con el porvenir— la izquierda peruana podrá dejar atrás su rol marginal, abandonar la intermediación sin incidencia, y convertirse en verdadera protagonista de la historia política contemporánea del Perú. 

 

Referencias 

  • De Sousa Santos, B. (2005). El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Madrid: Trotta. 

  • Laclau, E. (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica. 

  • Tanaka, M. (2005). Democracia sin partidos: Perú 2000–2005. Lima: IEP. 

  • Degregori, C. I. (1990). El surgimiento de Sendero Luminoso. Lima: IEP. 

  • Zárate, P. (2022). “Fragmentación y recomposición de la izquierda peruana.” Revista Argumentos, PUCP. 

  • Monge, C. (2022). Pedro Castillo y la paradoja del poder. Lima: Tarea. 

  • Yashar, D. (2005). Contesting Citizenship in Latin America. Cambridge University Press. 

Zapata, M. (2018). “La izquierda peruana en el siglo XXI.” Revista Argumentos, IEP.

 
 
 

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