
Por: Milagros Lizárraga
Paseo por mi sala, miro unas máscaras de Paucartambo que cuelgan junto a un espejo, un cuadro de la Escuela Cusqueña y otros de un artista del parque de Miraflores, cerámica de Chulucanas, un retablo ayacuchano... Un poco más grande o un poco más pequeña, los peruanos traemos al Perú a nuestras viviendas.
Nuestro espacio Patrio se reduce a unos cuantos pies cuadrados y a otros tantos de los restaurantes, del consulado, de los locales en donde hacemos nuestros eventos, de las casas de amigos peruanos, y de nuestros familiares que al igual que nosotros han emigrado.
En más de una ocasión he escuchado que para que el pueblo peruano corrija sus defectos tendrían que nacer nuevas generaciones en cuyas memorias las malas costumbres que los de generaciones anteriores hemos heredado sean borradas … y me pregunto:
¿Será el éxodo una manera de resetear el disco duro de la gente de mi generación?
¿Será acaso una manera de que nuevas generaciones puedan empezar con una mirada clara; libre de lo que la mía aceptó por hastío, por herencia genética, o por rezagos de colonización?
La perorata “Me voy del Perú” vuelve a sonar a puertas de las elecciones del 6 de Junio del 2021, como empezó a sonar en los 80s y 90s.
Y ... ¿Qué pasó con los peruanos que emigramos?
¿Cambió nuestra mirada?
¿Cómo sentimos al Perú a la distancia, desde nuestros 1500 (más o menos) peruanísimos pies cuadrados?
¿Qué podemos decirles desde su futuro a los que están en nuestro pasado?
Tal vez que el Perú duele, no sólo por lo que dejamos, sino también por lo que es en el presente, porque no hemos podido corregir muchos de sus errores, porque vemos cómo la corrupción, el clasismo y la injusticia siguen reinando.
Que la distancia del tiempo es a veces más corta y que el tiempo a la distancia se hace a veces insoportablemente infinito.
Que el desprecio entre peruanos es contra natura; que somos fuertes y ricos si sabemos unirnos, si aprendemos de los otros y bajamos del pedestal de barro, piedra, oro, o paja en el que nos subimos a mirarlo todo sin apreciar lo que verdaderamente importa, a modular sonidos para que no hieran nuestros tímpanos.
Podríamos decirles que el Perú de lejos se ve hermoso y tan inalcanzable que lo hacemos nacer y crecer dentro de nosotros mismos para así llevarlo donde vayamos y, cual tienda de campaña, extenderlo en nuestros 1500 (más o menos) pies cuadrados.
Cual amante despechado lloramos la ausencia del Perú amado. Si sólo hubiese corregido esto o aquello, a veces pensamos… pero es muy tarde.
Ya rompimos esa hermosa convivencia y aún cuando podamos volvernos a encontrar, nunca será igual.
Con la experiencia acuñada tal vez podamos ayudar a enmendar lo que de lejos vemos más claramente que cuando estábamos en medio del todo, tal vez podamos contar nuestras historias a los que no desean escucharlas, ni pueden entenderlas porque aún no las han vivido y desprecian nuestro destino.
Sabemos de héroes, de algunos hijos pródigos que pudieron generar un cambio.
Son pocos y a veces son tragados por ese hermoso y fascinante ser que se viste de rojo, blanco, y rojo; que clama a sus propios Dioses de tierra, piedra, agua, aire, de fauna y flora, de sal y de caña de azúcar, de guano y de caucho, de plumas, escamas, garras y colmillos, de fuego y de hielo.
Desde mis 1500 pies cuadrados bebo un sorbo de café, preparo la cena, escribo en mi laptop, con la mirada perdida en mi país que extraño, del que muchos piensan despedirse después de este 6 de Junio, o después del 28 de Julio, o después de la primera marcha o acto de violencia, o después de la primera alza, o después del primer mártir del bicentenario.
Y están los que se quedan, los que pase lo que pase resisten, tal vez por falta de posibilidades, tal vez por terquedad, tal vez por amor puro, tal vez por inteligencia o fuerza superior, tal vez por desesperanza o por falta de valor.
Y ¿Qué nos pueden decir los que aún están a los que nos fuimos?
¿Cómo vivieron estas 3 décadas sin nosotros?
¿De qué nos perdimos? ¿Cómo los trató el Perú? ¿Cómo trataron ellos al Perú?
¿Qué fue del pasado que no tuvimos?
¿Que es más difícil emigrar a los 50s que a los 20s? ¿Que es más difícil empezar de cero y hacer una nueva vida cuando uno carga más de medio siglo a cuestas?
Tal vez sea suficiente que nos digan que en estos 30 años tuvieron la honra de vivir el Perú en sus 1,285,216.6 km2 en lugar de nuestros afligidos 1500 pies cuadrados.
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