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ChatGPT y las universidades (peruanas)

Writer: Perú USA Southern CAPerú USA Southern CA

Por: Gerardo Arias


Reactiva, cuando debería ser proactiva, las universidades peruanas andan preocupadas por el impacto de la inteligencia artificial (AI) en la (de)formación de los estudiantes.


Ante ello, lo más probable es que empiecen a emitir normativas que prohiban el uso de estas plataformas y que conminen a sus docentes a hacer un control exhaustivo que erradique y castigue la osadía de pedirle al ChatGPT que resuelva una tarea universitaria.


El asunto no es para nada nuevo: con herramientas más rudimentarias, la inmensa mayoría de alumnos se las ingenia para hacer el mínimo esfuerzo, más aún si la tarea en cuestión es burocráticamente poco gratificante. No es casual que en las redes existan diversos proveedores que solucionan, por unos cuantos soles, cualquier tipo de trabajo que le hayan encargado a un alumno, incluyendo la tesis.


El problema, entonces, no es el ChatGPT y toda su inteligencia artificial. El problema es que hace un buen tiempo que las instituciones educativas no forman ni fomentan la inteligencia natural. Un tipo de inteligencia cuyo caldo de cultivo en una universidad tendría que ser la apertura y fomento de la creatividad y el pensamiento crítico.


Pero de qué manera un profesor, ya no un catedrático, podría afrontar con éxito tales retos si este se halla encorsetado en los procedimientos de un modelo de calidad fabril, de una evaluación de su desempeñó en base a encuestas que miden no aquello sino su capacidad de caer bien a los alumnos y, sobre todo, de un sistema que básicamente le dice que hay que someterse a la autoridad y al designio de los alumnos.


En ese escenario, totalmente alejado de un nivel universitario que debe formar para la disciplina académica pero también para la toma de decisiones cruciales en la vida ciudadana, es imposible que florezca, de un modo mayoritario, una capa intelectual provista de habilidades cognitivas que incluso sepan cómo lidiar con la inteligencia artificial. Excepciones, obviamente, siempre las habrá para confirmar la regla.


¿Quieren evitar que los alumnos plagien o hagan sus exámenes y trabajos con inteligencia artificial para demostrar que en sus instituciones están libres de esas prácticas?

Lo primero que habría que hacer es revisar el modelo académico que tienen, tan contaminado de prácticas controlistas propias del management de grandes corporaciones que solo buscan estandarizar y homogeneizar todo lo que sea posible en aras de una reducción de mermas y costos. La educación superior de calidad no requiere de ese enfoque, sino, todo lo contrario, del valor que le aporta la diversidad de pensamiento, enfoques y estilos de sus docentes.


Lo segundo, que cae por su propio peso, es darle el sitial que le corresponde al docente universitario, obviamente mejorando los procesos de reclutamiento, y empoderarlos porque son ellos en el aula los que, efectivamente, pueden formar e incentivar esa inteligencia natural que hoy se requiere más que nunca.


Y, por último, cada docente debe cuestionar, a la luz de las circunstancias actuales, la metodología que emplea. El error común es poner esfuerzos en actualizar contenidos, lo que ciertamente es necesario, pero de nada sirve abordar temáticas nuevas con viejos procedimientos, más aún si estos no logran el fin último: formar profesionales y ciudadanos capaces de mirar el mundo desde la óptica doctrinaria al menos de su disciplina, si es que no desde un enfoque transdisciplinar, y lo suficientemente premunidos de herramientas para enfrentar el mundo cada vez más cambiante que vivimos.


GAC.21/03/23

 
 
 

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