SEMBLANZA DE UN PRESENTE REVELADO

Por: Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara
Sociólogo, MBA en Marketing
La figura de Donald Trump trasciende los márgenes convencionales de la política contemporánea. No se trata simplemente de un expresidente ni del actual mandatario de los Estados Unidos: es la manifestación más nítida de una transición histórica marcada por el colapso del consenso liberal, la incertidumbre global y el desencanto colectivo. Trump no ha inaugurado una distopía; ha revelado que ya la habitamos.
En la literatura política y filosófica, la distopía ha sido tradicionalmente concebida como un futuro indeseable: un orden social opresivo caracterizado por el control total, la alienación y la pérdida de libertades individuales. Desde Orwell y Huxley hasta Bradbury, la distopía funciona como advertencia, como espejo oscuro del presente proyectado hacia un porvenir temido. Sin embargo, en el siglo XXI, esta categoría ha dejado de ser un recurso narrativo de anticipación para convertirse en una lente crítica desde la cual analizar la realidad contemporánea.
En Trump convergen múltiples elementos de lo que podríamos denominar una distopía en tiempo presente: no la ruina total, sino el profundo desajuste de las formas heredadas de gobernabilidad, representación y comunicación. Representa un fenómeno político, mediático y emocional que transforma la mentira en herramienta de disputa simbólica, el miedo en capital electoral y el espectáculo en dispositivo de conexión directa con masas desvinculadas del sistema.
La distopía como espejo, no como pesadilla
A diferencia de las visiones clásicas de distopía —con un poder monolítico, vertical y vigilante—, la que encarna Trump es fragmentaria y afectiva. No destruye el orden democrático formal, pero lo vacía de contenido. Y al hacerlo, revela lo que éste ocultaba: desigualdad estructural, ruptura del contrato social, crisis de representación y agotamiento institucional.
Trump no niega la verdad: la reconfigura emocionalmente. En un mundo donde los datos ya no movilizan, su discurso conecta con experiencias vividas, pérdidas económicas, frustraciones identitarias y una nostalgia por un orden perdido. La distopía ya no es amenaza futura, sino lenguaje político de una ciudadanía herida.
El redentor en una era sin redención
Como ocurre en muchas distopías literarias, el poder se encarna en una figura mesiánica que promete restaurar un pasado idealizado a cambio de lealtad emocional. Trump se posiciona como redentor de una América olvidada por las élites globales, erosionada por el multiculturalismo y traicionada por la corrección política. No representa un programa político coherente, sino una identidad colectiva en busca de sentido.
Para sus seguidores, Trump no es solo un político: es quien nombra sus miedos, valida su enojo y promete devolverles dignidad. Esta relación no se basa en la racionalidad ilustrada, sino en una forma contemporánea de fe política.
La retórica trumpista no se limita a la exclusión del “otro”. Propone una reorganización simbólica del poder basada en una redefinición excluyente de comunidad: America First. En este marco, enemigos como el inmigrante, el burócrata globalista o el progresismo liberal no son simples adversarios, sino símbolos de un orden que —a ojos de sus seguidores— traicionó la nación.
Esta narrativa, aunque cuestionable, refleja demandas de soberanía, arraigo y protección que el discurso liberal desestimó o caricaturizó como retrógradas. La distopía, en este caso, no solo denuncia el sistema: se convierte en espacio de renegociación política.
Redes sociales: el nuevo campo de batalla emocional
A diferencia del control vertical de los regímenes totalitarios, el poder comunicacional de Trump opera en red, a través de algoritmos, redes sociales y afectos. No hay censura estatal: hay saturación de narrativas, fragmentación de realidades y tribalización del discurso.
Twitter, y luego Truth Social, no fueron simples canales alternativos: fueron espacios constituyentes donde se articuló un nuevo lenguaje político —directo, sin filtros y profundamente polarizante—. Esta democratización emocional de la palabra pública evidencia tanto los límites del periodismo tradicional como la crisis de las instituciones mediadoras de la verdad.
¿Democracia de baja intensidad o metamorfosis democrática?
Algunos analistas sostienen que Estados Unidos ha ingresado en una democracia de baja intensidad: elecciones sin ciudadanía crítica, instituciones sin legitimidad, medios sin consenso. Pero también es posible interpretar este fenómeno como una fase de mutación: una transición de la democracia liberal hacia formas aún inestables, pero inevitablemente nuevas.
Trump no solo desafía al sistema: lo obliga a repensarse. Su persistencia en el tablero político revela que las reglas del siglo XX ya no responden a los desafíos del XXI.
La distopía como oportunidad
Donald Trump no es el arquitecto de la distopía: es su pedagogo. No impuso el caos, sino que lo nombró. No creó la fragmentación, pero supo habitarla. Su poder reside no tanto en sus propuestas, sino en su capacidad para actuar como catalizador de una sociedad en crisis.
Su figura no solo divide: incomoda. Y en esa incomodidad —ambigua, conflictiva, reveladora— se esconde la oportunidad de repensar las bases mismas de lo político.
Trump es, en última instancia, el rostro visible de una distopía que ya no es futuro, sino presente. Pero toda distopía, al desnudar el orden, también abre la posibilidad de otro comienzo. Más que temerle a Trump, deberíamos preguntarnos por qué su mensaje resuena. Y qué nos revela ese espejo distópico en el que, nos guste o no, también estamos reflejados.
Miami, Florida marzo 28, 2025.
Referencias bibliográficas
Orwell, G. (1949). 1984. Secker & Warburg.
Huxley, A. (1932). Brave New World. Chatto & Windus.
Bradbury, R. (1953). Fahrenheit 451. Ballantine Books.
Žižek, S. (2018). Like a Thief in Broad Daylight: Power in the Era of Post-Humanity. Penguin.
De Sousa Santos, B. (2005). El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Madrid: Trotta.
Laclau, E. (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica.
Han, B.-C. (2018). La sociedad de la transparencia. Herder.
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