
Por:
Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara
Sociólogo, MBA en Marketing
Comentario al articulo “Trump: el sepulturero de la democracia liberal.”
Una democracia liberal en crisis: ¿mutación o decadencia?
En su artículo ¿Trump: el sepulturero de la democracia liberal? de Rosario Puga (comunicadora social) y Raúl Zarzuri (director de la Escuela de Sociología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano) plantean un diagnóstico provocador pero acertado: la democracia liberal, entendida como un régimen basado en elecciones periódicas, separación de poderes, libertad de expresión y derechos civiles, atraviesa una crisis estructural. Esta crisis, aunque no nueva, se ha intensificado con el ascenso de líderes populistas de derecha como Donald Trump y con el creciente escepticismo ciudadano frente a las instituciones políticas tradicionales.
Este escenario se alinea con lo planteado por Colin Crouch en su concepto de postdemocracia (2004), según el cual las estructuras formales de la democracia permanecen, pero el poder real se concentra en élites económicas, relegando a la ciudadanía a un rol pasivo y simbólico. La figura de Trump emerge justamente en ese vacío institucional, canalizando un malestar social profundo que la democracia liberal ha sido incapaz de atender.
Schmitt, Trump y la lógica del enemigo
El texto hace una acertada referencia al pensamiento de Carl Schmitt, el controvertido teórico alemán, quien definía la política como el ámbito de la distinción radical entre amigo y enemigo. Aunque es poco probable que Trump haya leído a Schmitt, su estilo confrontacional, la creación constante de enemigos internos (migrantes, medios, oposición) y su apelación al mito nacional se inscriben claramente en una lógica autoritaria schmittiana.
Este enfoque representa una ruptura con la tradición liberal-democrática, que busca resolver los conflictos a través del pluralismo institucional, no a través de la exclusión y la polarización.
Neoliberalismo agotado y ascenso del autoritarismo postliberal
El artículo acierta también al situar el fenómeno Trump en el contexto de un capitalismo global en crisis. Tras décadas de globalización, desindustrialización y exclusión social, amplios sectores de la población han perdido la fe en el llamado "sueño liberal".
La politóloga Wendy Brown en su obra Undoing the Demos (2015) advierte que el neoliberalismo ha vaciado el contenido político de la ciudadanía, subordinando lo público a las lógicas del mercado. En ese vacío, el populismo autoritario aparece como una respuesta emocional y simplificadora ante problemas estructurales que requieren soluciones complejas.
Una revolución conservadora con base popular
La paradoja es clara: Trump obtiene apoyo en sectores sociales golpeados por el mismo sistema económico que él representa. Esta dinámica había sido advertida por Antonio Gramsci, quien sostenía que en tiempos de crisis, si las fuerzas progresistas no logran articular el descontento social, lo harán las fuerzas regresivas.
El “trumpismo” es, en ese sentido, una contrarrevolución disfrazada de insurrección popular, que promete devolver el poder al pueblo mientras reproduce estructuras de poder económicas y nacionalistas profundamente excluyentes.
¿Sepulturero o síntoma?
La imagen de Trump como el sepulturero de la democracia liberal es poderosa, pero también polémica. Más que el verdugo, Trump podría ser el síntoma más visible de un modelo democrático agotado. Su figura grotesca encarna las fallas estructurales que la democracia liberal no ha querido o no ha podido corregir.
La pregunta crucial es: ¿Qué vendrá después? ¿Una deriva autoritaria funcional al capitalismo digital? ¿Una democracia revitalizada desde abajo? ¿O una larga transición entre tensiones, retrocesos y reinvenciones?
Reflexión final
La lectura que nos ofrecen Puga y Zarzuri no puede ser tomada a la ligera. La democracia liberal se encuentra asediada tanto desde fuera como desde dentro. Sus promesas de inclusión, participación y equidad se han debilitado, y en su lugar, han surgido liderazgos autoritarios que explotan el miedo, la desconfianza y la polarización.
El peligro más grave no es Trump como figura, sino la normalización de su discurso y la apatía colectiva que lo permite. Defender una democracia sustantiva —no solo procedimental— implica reconstruir los vínculos entre ciudadanía, instituciones y justicia social. El reto no es simplemente resistir, sino reimaginar la democracia en clave transformadora para el siglo XXI.
Miami, Florida marzo 26, 2025
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