Por Róger Rumrrill

BOLSONARO SIGUE INCENDIANDO LA AMAZONÍA
Escribe Róger Rumrrill
Brasil, el gigante de América del Sur, vive la tragedia de dos pandemias. Una, la pandemia del coronavirus con un promedio de mil muertos por día y un total de 128 mil fallecidos, solo detrás de EEUU que sigue siendo, indisputablemente, el epicentro mundial de una pandemia que, como dice Samir Amín, en el futuro será vista como un acelerador que nos hizo transitar desde la continuidad del pasado a una nueva era.
En realidad, el Covid-19 ha producido un quiebre epistémico en la humanidad del siglo XXI.
La otra pandemia son los más de 70 mil pavorosos incendios que están convirtiendo en cenizas millones de hectáreas de bosques amazónicos en la Amazonía brasileña, con un costo ambiental incalculable: la muerte de miles y millones de especies vivas, la destrucción de invalorables servicios ambientales e impactos severos sobre la economía y la vida de los pueblos.
Para muchos científicos y expertos, ambas pandemias se habrían podido evitar o, en todo caso, aminorar sus devastadores efectos. Y quién pudo evitar ambas catástrofes no lo hizo y el culpable es nada menos ni nada más que el presidente Jair Bolsonaro, un político de extrema derecha, racista y xenófobo que cuando se encendieron las luces rojas del peligro y la amenaza de la peste tanto en Asia, África, Europa, EEUU y América Latina, dijo que la pandemia no era sino un “fiebrecita” y, en consecuencia, no tomó medidas precautorias y desoyó y echó al tacho todas las advertencias y consejos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de sus propios asesores y funcionarios.
En cuanto a los incendios, éstos se desataron y estallaron en el mes de julio del 2019 y a fines de agosto se contaban ya 72 mil incendios con más de 600 mil hectáreas de bosques destruidos. Bolsonaro, a quién ahora llaman “Bolso-nerón”, no solo no tomó ninguna medida para conjurar el desastre, sino que acusó a las Organizaciones No Gubernamentales ambientalistas de que ser las que provocaban los incendios.
Para el momento en que ocurrieron los incendios en el año 2019, ya Bolsonaro había desmantelado toda la política ambiental de los gobiernos anteriores, especialmente del gobierno de Lula da Silva y había entregado el Ministerio de Agricultura a la líder de los agronegocios y adversaria frontal de las políticas de conservación de los bosques.
Este año de 2020 los daños son más cuantiosos. Entre enero a julio de 2020 se deforestaron 1,830 millas de bosque. Según los registros del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), del 15 de julio a finales de agosto se contabilizaron 35 mil incendios.
Una de las zonas más afectada es el Pantanal, el humedal más grande del mundo. En este banco genético mundial se quemaron 2.3 millones de hectáreas entre enero y setiembre del 2020, afectando la sobrevivencia de 656 especies de aves, 159 de mamíferos, 98 de reptiles,53 de anfibios y más de 3,500 especies de plantas.
El fracaso de la operación “Brasil Verde”
Sometido a una fuerte presión internacional, de organismos internacionales, grandes empresas y gobiernos europeos, Bolsonaro puso en marcha una operación bautizada como “Brasil Verde” en mayo de este año bajo el comando del vicepresidente del Brasil, Hamilton Mourao. “Llegamos tarde en la lucha contra la deforestación”, declaró Mourao ante el fracaso de la operación.
El 15 de julio de este año, siempre actuando bajo presiones, Bolsonaro decrectó una moratoria de 120 días prohibiendo los incendios de los taladores y extractivistas. Pero la moratoria fue ignorada.
Durante el gobierno de Bolsonaro, según el INPE, la tasa de deforestación en la Amazonía brasileña ha crecido al 85 por ciento. Las causas son conocidas: el crecimiento de las mafias forestales que operan en la impunidad y bajo la mirada complaciente del gobierno, los inmensos monocultivos de soya, palma aceitera, caña de azúcar, café y otros cultivos en manos de multinacionales
Pero el bosque no solo se extingue en Brasil.
El desastre abarca todo la cuenca amazónica. El Proyecto de Monitoreo de los Andes Amazónicos (MAAP) informa que en cinco países ribereños del Amazonas se han deforestado 26.4 millones de hectáreas de bosques entre los años 2004 y 20119. En el caso del Perú. los religiosos Menonitas han deforestado en Loreto 1.7 millones de hectáreas entre los años 2017 y 2019-
Las consecuencias de la deforestación del bosque amazónico son apocalípticas, contribuyendo a acelerar el cambio climático que, como en la cuenca amazónica, es la causa taambién de incendios en todo el planeta, incrementando la temperatura, provocando el deshielo de los glaciares y poniendo en riesgo la fábrica de agua dulce que es el bosque amazónico y el aporte del 20 por ciento del oxígeno del planeta
La OTCA, el Pacto de Leticia y el Acuerdo
de Escazú
Para salvar la Amazonía se necesita, tal como era necesario con la pandemia del coronavirus, un liderazgo internacional; mundial. Existe la posibilidad de que los gobiernos de la Unión Europea exijan a Bolsonaro tomar medidas de emergencia sobre la Amazonía antes de firmar el acuerdo MERCOSUR:
Es necesario también que el Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y el Pacto de Leticia,salgan del marasmo y actúen. Es urgente además que se ratifique el Acuerdo de Escazú que ayudará a defender sobre todo la vida de los defensores de la naturaleza.
La sociedad civil de nuestros países debe ponerse de pie y marchar. Sobre todo los pueblos indígenas de la cuenca amazónica.
“No hay Brasil sin los pueblos indígenas” ha dicho la líder indígena brasileña Kabaiwun Munduruku. Tampoco habrá Perú sin los pueblos indígenas amazónicos.
(Fin)
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